La muerte del Conde de Villamedina y el nacimiento de una leyenda
domingo, 31 de mayo de 2009
Durante la representación de El Vellocino de oro, al inicio de la segunda jornada se produjo un incendio, parece ser que a causa de una luminaria que cayó sobre un
dosel. El teatro del Jardín de los negros quedó totalmente destruido, pero no hubo ninguna desgracia personal… o al menos ese día…
La fiesta de Aranjuez, ha pasado a la historia por este incendio y por la leyenda que se formó posteriormente que sitúa al Conde de Villamediana como promotor de aquel incendio para poder sacar en sus brazos a la reina, de la que se rumoreaba que era amante.-por cierto, el Conde solía llevar en su sombrero, como blasón, ciertas monedas de oro, acompañadas de la divisa: "Son mis amores". Es decir: "Son mis amores reales". El pueblo, parece, interpretó el blasón como una declaración de amor a la Reina. Tales sospechas se confirmaron cuando Villamediana, algún tiempo después, el 21 de agosto de 1622 moría apuñalado en Madrid.
Sin embargo si seguimos a Hurtado de Mendoza, fue el propio rey el que salvó a la reina del incendio, si bien otros estudiosos afirman que Felipe IV no asistió ese día a la representación, algo que aprovechó el Conde para quedarse a solas con la reina
Otras fuentes apuntan a que lo más probable fuera que muriera como víctima de su homosexualidad, o de la violencia endémica en aquel entonces en la villa y corte. Sin embargo, es irónico que en la memoria de una nación una noche que tan espléndidamente celebraba la juventud y su primavera haya quedado vinculada a la muerte y a la violencia
Ni sus contemporáneos ni la posteridad han podido averiguar si el asesino, nunca hallado, obraba por cuenta del Rey, celoso de sus galanteos a la Reina, de sus compañeros de sodomía, temerosos de su cercana declaración ante el Tribunal que los juzgaba o de cualquiera de los muchos a quienes injurió en prosa y en verso.
Depositado el féretro en San Felipe el Real, fue luego conducido a Valladolid y sepultado en la Capilla Mayor del Convento de San Agustín, patronato de la familia. Muchos años después hallaron incorrupto su cadáver, lo cual se atribuyó a la sangre derramada por la ancha herida que le habían causado.
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